ESCUELA: ¿VACIAMIENTO DE CONTENIDOS?

Miguel Andrés Brenner
Julio de 2005

Mientras los chicos imberbes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuyas escuelas, infraestructuralmente, se encuentran en mejores condiciones, en general, que en otras tantas regiones del país, pusieron en el tapete el estado edilicio de unas cuantas de ellas, de manera estrepitosa, los medios masivos de difusión parecieran querer poner en estado público la cuestión de los contenidos. ¿Qué es lo que saben nuestros chicos? Estos medios, parece, ocasionalmente, se encuentran preocupados. ¿Es real esa preocupación cuando, por ejemplo, fracasan tantos postulantes al ingreso de determinadas facultades?
 
En el programa de televisión, Canal 13, sábado 25 de junio de 2005 a las 20.00 horas, Juan Carlos Tedesco, entre otros, sostienen que hay que enseñar a pensar, como uno de los problemas básicos que hacen a los contenidos. En el mismo participaron, entre otros, algún integrante de FLACSO, el rector del colegio Carlos Pellegrini y, en su mayor parte, alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires, Carlos Pellegrini y Lenguas Vivas, obviamente no representantes del común de nuestros alumnos, sin desmerecer en absoluto a aquellos y, también, Alejandro Dolina (quien a mi criterio fue el más sensato de todos los adultos participantes).
 
Pregunta: ¿Cuándo se reinstauró la democracia? Joven bárbaro responde: En el año 1989. Pregunta: ¿Cuándo cayó el muro de Berlín? Joven mal educado responde: Cuando cayó Hitler. Públicamente, a través de esa cajita boba llamada televisor, nuestros jóvenes quedan escrachados. Sería interesante que algún periodista preguntara, públicamente, a algún joven norteamericano o alemán, por ejemplo, si antes del genocidio del pueblo judío conoce algún otro en el siglo XX (v.gr., del pueblo armenio), ¿qué conocen de la relación de USA con latinoamérica durante la década del 70 del siglo XX?
 
Pero, si el accidente de Cromagnon no hubiera ocurrido, ¿estaría todo bien, según el habla cotidiano?, si alguna escuela de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no estuviese en situación de derrumbe, ¿estaría todo bien? Alguien exclamará: “¡¿Cómo accidente, si fue una masacre?!” , “¡¿cómo lo de las escuelas, había que esperar ocurriera alguna desgracia?!”  Si, hipotéticamente, la historia fuere distinta, Chabán, ¿acaso no sería un señor para la difusión pública a través de los medios masivos de información?

Es que, en realidad, toda la Argentina, en sus espacios públicos, es un potencial cromagnon. Ahora bien, no lo es efectivamente ni  por arte de magia, ni por un flagelo del destino. Mas, cuando los muertos están bien muertos, entonces, los medios salen a reclamar. ¿Por qué no antes, y por donde hay que reclamar? ¿Siempre “detrás de las noticias” ?

¿Y que los alumnos tienen que aprender a pensar, y que no es suficiente la información? Desde que tengo conciencia, es lo que se plantea. Ya John Dewey, allá por la primera mitad del siglo XX, lo señalaba. ¿Cuál es la novedad, entonces?

En tanto nuestros chicos provengan de medios sociales estimulantes, mientras la enseñanza tenga algún viso de seriedad, aprenden de cualquier manera (conste que no ponemos, aquí, en el tapete cuáles valores aprenden). Y los pobres, como pobres, nunca “recibieron” una educación de calidad. Nuestra famosa década del 60, del siglo pasado, planteaba, precisamente, esa problemática. Es que la crítica que merecía nuestro sistema educativo es que el poder de juzgar vigilaba y seleccionaba y, luego, bien educaba a los seleccionados, pero no a todos.

¡Claro!, cuando nuestras jóvenes generaciones no tienen lugar en el espacio público, que comienza a ser un espacio de riesgo, cuando se los necesita contener, la escuela se masifica. Aparece el criterio distribucionista, habría que distribuir conocimientos, habría que distribuir educación, escolaridad. Economicismo puro. Sin embargo, entre tanto, la escuela, cada vez, puede contener menos y guarda más, aunque la inseguridad del espacio público la invade in crescendo, porque, ¡verdad de perogrullo!, la escuela también es un espacio público. Cuando aparecen los nuevos pobres, una política que produce segmentación exagerada hasta la exclusión social e infinitas exigencias de calidad sin reconocimiento económico laboral, cuando los pobres llegan a ser más pobres aún, ¿se pretende una escuela de calidad? Es cierto que existen circuitos de calidad, también segmentados, con sus expectativas de inserción laboral, pero tienen que ver con la red social de pertenencia, es decir, los chicos, en general, salvo excepciones, en una época de redistribución negativa del ingreso nacional, tienen una existencia socioeconómica condicionada por el sector de clase social de origen. Y, a todo ello, se suma la cantidad de dinero, de esfuerzo público, que Argentina destina por cada alumno/pobre, comparativamente muy distante del que se destina por alumno/rico, por ejemplo, en los EE.UU. y en Alemania, o en la mismísima patria nuestra.

Concluyendo, en vez de poner en ridículo a nuestros jóvenes a través de esa pantalla boba, escrachándolos, ¿por qué las organizaciones empresarias que producen información, para difundirla socialmente, no escrachan a los políticos tradicionales y sus políticas públicas, a la dirigencia empresaria y poder financiero, a la dirigencia sindical, antes que se produzca la tragedia/masacre social y la tragedia/masacre educativa?

¿Es que hay vaciamiento de contenidos? ¿Existieron, alguna vez, para los pobres? Actualmente, los alumnos aprenden muchos contenidos, el problema radica en cuáles.